16 de octubre de 2014
Hoy 16 de octubre es este
año el “Blog Action Day" #BAD2014 #BlogAction . Único día en el año en el que
miles de personas de todo el mundo se reúnen para discutir sobre un tema de
alcance mundial y ayudar a concienciar sobre causas sociales. Este año el tema
central es las desigualdades #desigualdad #inequality.
Cuando vi la invitación
para participar en esta iniciativa pensé que, desde la “misión” de este blog
que es hablar sobre mi afición a correr,
compartir rutas, experiencias, sensaciones y poco más, poco podía aportar
relacionado con las desigualdades. Pero dando vueltas al asunto de cómo
colaborar con el “Blog Action Day” sin salirme del tema del blog, encontré dos vivencias que sí pueden relacionar
mi afición a correr con las desigualdades, una vivida sobre el terreno y
otra desde la distancia, son estas:
Marruecos: Desert Run
A la prueba acudí con mi
mujer (que también la corría) y nuestras dos hijas (de 8 y 12 años). Esta
aventura es un viaje organizado en el que a un grupo de europeos “pudientes”
(el viaje no es barato, aunque la experiencia vale más de lo que cuesta) nos
permitía hacer los que nos gusta: correr, pero por un entorno natural
privilegiado y diferente: el desierto de Erg Chebbi. También “mezclarnos” y
conocer de primera mano a las personas, modo de vida y cultura de aquellas
tierras marroquíes. Esta experiencia me permitió conocer algunas desigualdades
respecto a al mundo por el que nos movemos habitualmente.
Nunca habíamos estado en
África. Desde el momento en el que aterrizó el avión y subimos a los coches
camino al hotel nos empezaron a sorprender una de las primeras diferencias o desigualdades
respecto al mundo occidental: la luz. Era de noche y ni las carreteras ni los
pueblos por las que pasábamos emanaban el derroche de vatios que tenemos en
nuestro mundo “civilizado”. Aquí la noche es noche, las farolas y luces son
mínimas. Sorprendía también ver tantas personas caminando, en bici o en burro
por las carreteras, cuando en occidente “necesitamos” el coche hasta para ir al
wáter.
Cómo decía, la carrera es
por el desierto. Además de dunas, arena y paisajes idílicos, también se pasa
por poblados, y zonas donde se puede apreciar el modo de vivir de aquellas
personas. ¿Desigualdades?... uf! alguna.
Además de correr cada día por la mañana, hacíamos
excursiones por la tarde, en una de ella fuimos a visitar un poblado, el
Khamlia. Incluso dentro de las desigualdades también hay desigualdades. Este
poblado se formó hace cientos de años cuando los gobernantes árabes traían
esclavos de raza negra desde el África occidental. Vistamos el poblado, su
escuelita, una habitación de 2 x 2 metros, desde luego la pizarra no era
digital…
También visitamos unas minas de plomo y zinc abandonadas
en Menfis, ¿Desigualdad? La de siempre, hubo una época en que compañías
francesas explotaron la mina… imagino que llevándose a sus arcas fuera del país
los beneficios. Durante ese periodo, al menos, aportaban trabajo a los habitantes
de la zona. Pero cuando acabó el margen de beneficio esperado… se cerró la mina
y allí quedaron los trabajadores con una mano delante y otra detrás. Bueno
tampoco quedaron, porque lo único que se ve ahora son poblados semiderruidos que
dan una idea de la gran actividad que tuvieron las minas. En la actualidad hay
algún lugareño que explota los restos de plomo para extraer el kohl, ese polvo
gris que utilizan las mujeres de por allí para pintarse los ojos.
Una de las noches tocó dormir en “Haimas” en mitad del
desierto. Increíble el silencio de la noche (salvo los camellos al amanecer) y
los millones de estrellas que se apreciaban en el cielo. Pasar una noche fuera
de la comodidad del hotel, en cierta manera (aunque fuera “light”) nos acercó a
la realidad de las condiciones de vida de aqullas personas. No solo por el frio
que pasamos en las tiendas, sino por el hecho de no disponer de las comodidades
occidentales a las que estamos acostumbrados: la electricidad, salvo unas
pequeñas bombillas durante unas horas alimentadas por un generador, no había
luz; el agua caliente, un baño… Era curioso ver a algunos de los compañeros
deambulando como zombis con el cargador en una mano y el móvil en la otra en
busca de un enchufe.
Si en el día a día era fácil encontrar desigualdades,
no voy a entrar en otro tipo de desigualdades más profundas como las de la
mujer o su indumentaria que quedan fueran del objeto de este blog. Pero sí hay
par de ellas más, muy significativas, que conocimos el último día y me vienen a
la mente: Visitamos un mercado local y asistimos a la salida de una carrera.
La visita al mercado de Rissani me impactó, era un
mercado de verdad, no para turistas, sino de los que utilizan los habitantes de
la ciudad y los pueblos cercanos para abastecerse. ¿Desigualdades? Mejor unas
fotos, sobre a qué edad están trabajando estos niños, condiciones higiénicas de
algunos de los alimentos que se venden allí o como curiosidad, el parking.
Sobre la carrera que vimos. No estaba previsto, pero
al pasar por la ciudad Arfoud, vimos calles cortadas porque iba a celebrarse
una carrera de 10 km. y dado que todos nosotros éramos corredores y curiosos,
paramos nuestra caravana de 4x4s para ver la salida. Muchas cosas llamaban la
atención, muchas desigualdades respecto a las carreras del primer mundo...
Empecemos por los corredores y su indumentaria. El
aspecto de los corredores dista bastante de lo que puede ser una carrera
popular europea, donde cualquiera de nosotros (bueno yo ya no que ahora corro
con sandalias, he superado esta dependencia) calza unas zapatillas último
modelo de más de 120 euros, de esas que las marcas dicen que “pierden” las
propiedades a los 600 km. y en poco tiempo hay que gastarse otros 120 euros.
Esta gente corría con zapatillas antiguas, desgastadas, rotas, recicladas,
tuneadas… de todo se veía, pero ¡Cómo corrían!, parece que los de la teórica
“pérdida” de las propiedades de las zapatillas no les afectaba mucho…
Otra desigualdad que me llamó la atención sobre la
carrera era el agua. Si en las carreras populares estamos acostumbrados a
disponer de botellas de agua en los avituallamientos a las que damos un par de
sorbos y tiramos prácticamente enteras, en estos lares no pasaba lo mismo… Vi
una caja de botellines de agua en el arco de salida que custodiaban como un
tesoro, no las daban tan alegremente a cualquiera y, las que daban a algunos
corredores privilegiados, eran para compartir.
También había bastantes niños en la zona de
salida, todos deseando coger alguna botella, aunque algún agente de la
autoridad malhumorado se lo impedía. Sin embargo, a mi hija le dio una sin
pedirla (chupada, eso sí).
Algunas niñas de por allí se acercaban a mis
hijas, querían socializar con ellas, pero claro ni ellas hablaban español ni
mis hijas árabe. Me sorprendió como las niñas intentaban comunicarse, decirse
su nombre, e incluso una de ellas le regalaba un anillo que llevaba puesto a
una de mis hijas (no la dejé aceptarlo y yo creo que la pobre niña se ofendió).
Yo con mi mentalidad de extranjero desconfiando estaba “ojo avizor” pero en
ningún momento las niñas pidieron nada ni las vi ninguna mala intención sino
todo lo contrario, estaban deseosas, al igual que mis hijas, de tener nuevas
amigas y conocer cosas diferentes.
Otra desigualdad dentro de la desigualdad, también
había una carrera para discapacitados, pero evidentemente, las sillas de ruedas
con las que participaban estos deportistas nada tenían que ver con las “handbikes”
que se ven en Europa…
¿Una desigualdad desigual? La seguridad. Nunca antes
había estado tan despreocupado de mis hijas. Tanto mi mujer como yo
participábamos en la carrera y mientras corríamos, las niñas, junto a los hijos
de otros corredores, se quedaban a sus anchas. Los “paisanos” de la
organización les llevaban de un lado a otro por el desierto, a los
avituallamientos a darnos agua, a ver los camellos, jugaban con los niños
locales... y lo mismo en los hoteles, las perdía de vista con total
tranquilidad.
Al igual que las maletas que la organización las iban moviendo de un sitio a otro con total despreocupación por nuestra parte. Esto no me ocurre en el primer mundo y jamás me hubiera podido imaginar que fuera así allí antes de ir y cambio radicalmente en el momento de poner los pies en el aeropuerto de Barcelona a la vuelta, de nuevo, además del derroche deslumbrante de luces y neones, la intranquilidad de vigilar dónde están las niñas, dónde están las maletas…
Al igual que las maletas que la organización las iban moviendo de un sitio a otro con total despreocupación por nuestra parte. Esto no me ocurre en el primer mundo y jamás me hubiera podido imaginar que fuera así allí antes de ir y cambio radicalmente en el momento de poner los pies en el aeropuerto de Barcelona a la vuelta, de nuevo, además del derroche deslumbrante de luces y neones, la intranquilidad de vigilar dónde están las niñas, dónde están las maletas…
El recuerdo de este viaje tan impresionante ha quedado
grabado en nuestras retinas para siempre, mucho más que por la carrera en sí,
por haber conocido esos lugares y haber convivido al menos unos día con estas
personas. Un año después, mis hijas siguen diciendo que ha sido el mejor viaje
de su vida.
Oxfam Intermon Trailwalker 100 km. Madrid
En este otro evento deportivo en el que he participado
no he visto desigualdades como tal, pero me he sentido participe de poner mi
granito de arena para disminuirlas.
Cuando mi mujer me habló por primera vez de participar
en la “Oxfam Intermon Trailwalker”, pensé que estaba un poco loca, correr por la
montaña, nunca lo habíamos hecho. Cuando me dijo que eran 100 km., descarté lo
de “un poco”. Cuando me dijo que además para poder participar, además de la
inscripción, había que poner 1.500 euros… ya no digo lo que pensé.
Pero cuando las cosas se maduran, se ven de otra
forma, y yo soy fácil de convencer…
Era por montaña sí, pero aún teníamos tiempo para
entrenar. Eran 100 km sí, pero no había porque hacerlos corriendo, se podían
hacer andando o alternar Caminar Correr. Eran 1500 euros sí, pero eran para proyectos
sociales y humanitarios de Oxfam Intermon.
El reto era doble, no solo porque había que entrenar
el cuerpo y la mente para recorrer los 100 km., cosa que nunca habíamos hecho
ni de lejos, sino también porque había que conseguir la implicación de otros
para que colaboraran en la recaudación de los 1500 euros que era necesario donar.
Pero estaba decidido, lo íbamos a hacer, el fin merecía la pena.
Durante los dos meses previos nos preparamos
físicamente entrenando, no solo corriendo, sino también andando, que aunque
parezca más fácil, también tiene su misterio y sus agujetas específicas.
Hicimos incluso algunos entrenamientos sobre el terreno, acercándonos a la
sierra madrileña para conocer el circuito.
Involucramos a unos cuantas personas a nuestro
alrededor. Aunque íbamos a participar los dos (mi mujer y yo), cada uno lo
haría en un equipo diferente con compañeros de trabajo. El equipo tenía que
estar formado por 4 marchadores y 2 personas de asistencia. Cada uno formó el
equipo en su empresa y movimos la consecución de la donación. En el caso de mi
mujer haciendo rifas, desayunos solidarios, etc. entre los compañeros. En mi caso
convenciendo a la empresa para que apoyara la carrera y donara el dinero,
aunque también hubo donaciones particulares de compañeros y amigos. En ambos
casos sobrepasamos el importe mínimo de aportaciones para esta ONG y sus
proyectos relacionados con desigualdades.
La carrera: Qué decir de la carrera ahora que ya ha
terminado: durísima, preciosa, emocionante, gratificante, una lección de vida...
No voy a entrar en el detalle de la carrera ya que, al igual que la Desert Run,
hay otros post en este blog que hablan detalladamente de ellas. Sólo comentar
que tanto mi mujer como yo y nuestros respectivos equipos la terminamos. En el
caso de mi equipo en 23 horas y media y el equipo de mi mujer en 26. La
experiencia fue muy dura, el que más y el que menos terminamos con los pies
destrozados y agotados pero aun así, la repetiríamos. Al fin y al cabo lo
hicimos por placer y solidaridad, otros lo hacen a diario por necesidad: en
busca de agua, huyendo de guerras, perseguidos,…
Detalle significativo fue el tener que portar durante
un tramo de la carrera un bidón de agua (vacío) en solidaridad con las mujeres
africanas que andan a diario muchos kilómetros cargadas para llevar agua a sus
casas.
Esta carrera no fue una carrera más, aunque todos
somos competitivos y queríamos terminar y hacerlo en el menor tiempo posible, a
lo largo de esa cantidad de horas andando, en los puntos de control, con los
compañeros marchadores, con los marchadores de otros equipos, con los equipos
de asistencia, con la organización, con los animadores, entre todos se
respiraba un ambiente especial de apoyo, solidaridad, de saber que estábamos
haciendo algo grande y que los protagonistas esta vez no éramos nosotros, sino
aquellas personas que sufren desigualdades y para que conseguimos recaudar casi
UN MILLÓN de euros.
No tengo mucho más que
contar. Esta es mi aportación al Blog Action Day sobre desigualdades.
Yo, sólo soy un hombre.
Si estás interesado en leer
más sobre estas aventuras, estos son los enlaces:
Desert Run:
Desert Run:
Paradojas tiene la vida, no valoramos lo que tenemos. Bonicas y distintas formas de hacer deporte y ademas solidarias si Sr. Un saludico.
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